La risa de Lina (Las Tres Edades) by Katja Henkel

La risa de Lina (Las Tres Edades) by Katja Henkel

autor:Katja Henkel [Henkel, Katja]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788415937968
editor: Siruela
publicado: 2014-02-05T06:00:00+00:00


–H a llamado Yuta –dijo la madre de Lina durante el desayuno después de las noticias–. Dice que ya no está enferma.

Ajá, conque ya no está enferma, pensó Lina. Tuvo que reprimir la risa para lo cual bebió un sorbo de té verde.

–Irá a buscarte a la escuela esta tarde, a las tres. Luego haréis algo entretenido, ¿verdad, morritos?

Lina asintió con la cabeza:

–¿Tienes alguna idea? –su madre esperaba una respuesta.

–El museo de etnología –masculló Lina con la boca llena.

–¡Lina! –la reprendió su padre desde detrás del periódico.

Lina acabó de masticar, bebió un sorbo de té, tragó todo y repitió:

–El museo de etnología.

–¿Con el buen tiempo que hace? –su madre arrugó la nariz–. ¿Por qué no hacéis algo al aire libre? Es verano, puedes olerlo en el aire, saborearlo, palparlo.

Lina se encogió de hombros. Se había propuesto preguntarle a Fritz si se apuntaba. Casi le parecía que le hacía ilusión ir a la escuela. En parte era así. Pero en realidad no podía ser.

–Lina, a veces me preocupas de verdad –dijo su padre cerrando el periódico–. No quieres…, por ejemplo… –reflexionó unos instantes– ¿jugar al fútbol?

–¡Anton, qué ocurrencia! –dijo su madre riendo.

–Bueno, pues otra cosa por el estilo; qué sé yo, no se me ocurre nada. Podrías… practicar el monopatín.

La sola idea provocaba escalofríos a Lina.

–No, seguro que no –dijo.

–Vale –dijo su padre suspirando–. ¿Estás lista? Tenemos que irnos.

Lina no estaba segura de si debía alegrarse o no de que la llevara de nuevo en coche a la escuela. Y puesto que no estaba segura, no dijo nada.

–¡Toma, tu merienda! –dijo la madre poniéndole la fiambrera en la mano–. Tostadas de arroz y queso de tofu y lonchas de almuerzo sin carne. Alimento para el cerebro.

–¡Qué guay, gracias! –comentó Lina con cara alegre, y guardó la fiambrera en la mochila.

–¿Me estás tomando el pelo? –su madre la observó con severidad.

–¿Por qué lo dices? –preguntó Lina con tono inocente.

–No sé, normalmente tengo la impresión de que mis meriendas creativas no te hacen mucha gracia.

Así era. Pero hoy era distinto, pues en el recreo cambiaría el tofu por un bocadillo de pan blanco con embutido. Y por extraño que fuera ya le hacía ilusión ver los ojos de Fritz, radiantes tras sus gruesas gafas, cuando ella le ofreciera las tostadas de arroz.

–No, me parece estupendo –explicó con seriedad–. Nadie en mi clase lleva una merienda como esta. Al menos eso creo.

–¡Hay milagros todavía! –dijo la madre–. Pero ahora, vete.

Su padre ya esperaba en el umbral.

Con Fritz solo podría hablar con tranquilidad a la hora del recreo porque él había llegado cinco minutos tarde a clase. El maestro le dirigió una mirada sombría, pero no lo reprendió. Antes de que Lina pudiera preguntarle por el motivo de su retraso, él ya le estaba preguntando si sabía que el graznido de un pato no producía eco.

–Oye, profesor… –empezó a decir Lina con cautela. No sabía cómo arreglárselas para averiguar con disimulo si le apetecía ir con ella al museo.

–También me pregunto por qué en las



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.